Operación tenaza

Por Abelardo Sánchez León. (El Comercio, 25 de julio del 2012.)

El conflicto entre el Estado Vaticano y la PUCP demuestra que el desencuentro mayor radica en el aspecto político-administrativo y no tanto en lo religioso doctrinario. El decreto que el rector ha recibido del secretario de Estado, Tarcisio Bertone, encaja a la perfección con el de Juan Luis Cipriani: el tono es terrenal, propio de una jerarquía intolerante que reclama obediencia absoluta. No descarto que ese tono tenga como trasfondo el hecho de pertenecer a un país del Tercer Mundo, cuya profunda religiosidad puede ser manipulada. Esa actitud va en contra del espíritu universitario y del modelo que la PUCP ha construido en los últimos 95 años. Un modelo democrático, que elige a sus autoridades, tolerante, pues existen diversas corrientes de pensamiento en su campus, y participativo, donde están, discuten y votan estudiantes en la Asamblea Universitaria, que también elige al rector. Ese modelo es el que defienden las actuales autoridades, y no concibe a las otras posiciones como enemigas, sino como eventuales opositores en busca de cargos de autoridad. Enemigos son aquellos que pretenden demoler este modelo a la fuerza, vía el golpe, sin participar en sus instancias de gobierno para alcanzar una mayoría. Gobernar para la mayoría, respetando a las minorías, es la tarea de todo demócrata.

El Vaticano es, sobre todo, el poder político de la Iglesia. Es un lugar donde se enfrentan diversas corrientes ideológicas, donde habita el ansia de poder. En el actual modelo de la PUCP no se enseña a tener una actitud sumisa ante una propuesta autoritaria y medieval en pleno Siglo XXI. La universidad, en general, no es un lugar donde se viva en el miedo. En el concepto de universidad se ejerce el pensamiento crítico, la investigación, la discusión de ideas y se imparten valore éticos, hoy tan ausentes en la política peruana. No creo que sea bueno para el Vaticano dejar ir a la PUCP, en un momento en que hay pocas universidades católicas y donde incluso la del Opus Dei no se llama católica; tampoco, por cierto, la Universidad del Pacífico o la Universidad Ruiz de Montoya. Esto puede interpretarse como una forma de diversidad y de no sujetarse a una autoridad oficial. Lo que está en discusión es cómo ser una universidad católica sin el tutelaje del Vaticano. Sin una obediencia ciega o una carta de sujeción. Eventualmente, la Asamblea Universitaria está dispuesta a devolver el título honorífico de pontificia. Pero no está dispuesta a dejar de llamarse Católica en su sentido cristiano, fraterno, tolerante y no coercitivo y castrante. La confrontación es, entonces, terrenal: lo es por el control de sus bienes, pero detrás se haya una postura conservadora, que actúa al unísono, poco dialogante. Esa es la importancia del tema y de la vigencia del actual modelo PUCP.

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