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25/01/2024

Fenómeno de El Niño y avances en la gestión de prevención

Imagen: Andina

El Mag. Gustavo Rondón, profesor PUCP y geógrafo, analiza la particular dinámica de El Niño costero y El Niño global, y da alcances en materia de gestión de riesgos y desastres frente a sus efectos.

El Perú viene atravesando los fenómenos climatológicos de El Niño costero y El Niño global. Si bien se espera que duren hasta el otoño, se estima que esta temporada de verano será el momento álgido de sus efectos. Por ello, autoridades, instituciones y sociedad civil se encuentran en estado de vigilancia, y han desplegado una serie de esfuerzos para responder a su impacto.

De acuerdo con Gustavo Rondón, especialista en gestión del territorio, se debe considerar una serie de variables ambientales con el fin de anticipar las acciones frente a las condiciones climáticas ante un fenómeno de El Niño (FEN).

Asimismo, indica que, por los estudios que se han realizado, se ha evidenciado que más que un fenómeno, El Niño debe verse como un evento que se da todos los años, por lo que la intensidad es el factor variable. 

“Este proceso océano-atmosférico, generalmente, abarca desde las costas de Australia y cubre todo el Pacífico hasta las costas de Perú y Ecuador. Ese tramo del océano tiene, todos los años, una dinámica relacionada con la temperatura del mar y la atmósfera, sea porque aumenta o porque se mantiene estable. Lo que cambia es qué tan fuerte es ese aumento y eso origina un evento como El Niño de 1997-1998 o El Niño costero del 2017”, sostiene Rondón, quien es, también, consultor del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo.

FEN y cambio climático

Si hay algo que se ha evidenciado en los últimos años es que la variabilidad climática y los eventos climatológicos extremos, cada vez, son más frecuentes, y es probable que se deban, en gran medida, al cambio climático. “Antes teníamos lluvias torrenciales cada 10 años. Ahora aparecen cada tres años. Si bien no necesariamente hay una data asociada que diga que va a haber una mayor frecuencia de [fenómenos] de El Niño extremos, producto del cambio climático; en la práctica, se está viendo esa tendencia”, explica Rondón.

Asimismo, sostiene que el hecho de que El Niño sea un proceso global da una gran ventaja en términos de prevención, ya que hay data que va llegando no solo de instituciones peruanas sino de diversas entidades a nivel mundial. “Por ejemplo, la NOAA (National Oceanic and Atmospheric Administration), que es la agencia estadounidense que monitorea el tema del océano y la atmósfera en el mundo, desde marzo y abril, va reportando que el Pacífico central se está calentando dos o tres grados más de lo que de lo normal. Entonces, llega esa primera alerta al Perú y las instituciones técnico-científicas, como el Senamhi (Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología del Perú) o el Enfen (Estudio Nacional del Fenómeno El Niño), ya comienzan a prestar atención”.

Niño global vs. Niño costero

¿Cuál es la diferencia entre estos dos fenómenos y cómo afectan al Perú?

El Niño global se da cuando se calienta todo el Océano Pacífico central desde las costas de Australia hasta el Perú y ese mar, más caliente de lo normal, comienza a avanzar a nuestras costas. El último evento de esta naturaleza fue el que tuvimos en los años 1997-1998.

El Niño costero, por su parte, afecta a la franja de mar que está en las costas de Perú y Ecuador. “El Pacífico central puede estar en una temperatura en el promedio que es uno o dos grados por encima. Nada muy disruptivo. Sin embargo, de la nada, la costa de Perú y Ecuador se calienta por encima de 3, 4 o 5 grados de temperatura. Esto es lo que ocurrió en el 2017 en el Perú”, explica el investigador. 

En el caso de nuestro país, la preparación en materia de gestión de riesgos y de desastres se realiza cuando se calienta el mar frente a nuestras costas porque es cuando se presenta una mayor probabilidad de tener lluvias intensas que generan eventos naturales, como inundaciones y deslizamientos de tierra.

En la actualidad, estas variaciones pueden monitorearse constantemente por diferentes sistemas, esto ayuda a que el Estado pueda prestarles más atención y, por ende, a desplegar medidas de prevención. Esta situación no fue así con los fenómenos de El Niño anteriores, donde el conocimiento era más empírico e intuitivo.

Imagen: Andina

De extremo a moderado

Cabe resaltar que estos fenómenos deben entenderse como procesos dinámicos y cambiantes. Hasta octubre del 2023, se estimaba que El Niño sería extremo debido a que el mar incrementó su temperatura en 3 a 4 grados por encima del promedio. Esto motivó a que se realicen una serie de programas de gestión de riesgo y se destine presupuesto para prevención.

“Sin embargo, a inicios de diciembre, entró el Anticiclón del Pacífico sur, que es un sistema de aire que desplaza agua fría hacia las costas de Perú y Ecuador. Esta agua fría

ha ayudado mucho a bajar la temperatura del mar. Eso ha hecho que El Niño costero que se estimaba sería extremo o fuerte baje a moderado. Entonces lo más probable es que no tengamos lluvias de gran magnitud”, sostiene Rondón.

Alerta temprana

Para el investigador, en materia de prevención, lo mejor que nos pudo pasar fue estar completamente alertas respecto al fenómeno de El Niño. 

“Somos un país al que le falta mucho desarrollarse a nivel de gestión pública. Por ejemplo, un sismo es un evento que es bien difícil de anticipar. Pero se sabe cuándo y dónde se pueden presentar peligros hidrometeorológicos como inundaciones, sequías y heladas. Con relación al evento de El Niño, sabemos que afectará a la costa centro y norte. Sabiendo, entonces, cuándo y dónde, en teoría, debería ser mucho más fácil tomar las medidas necesarias”, sostiene. 

Asimismo, indica que, en lo que se refiere a gestión pública, la temporalidad juega en contra. “El aparato estatal cierra en diciembre y revive en quincena de enero. Ese periodo es crucial para atender los efectos de un evento de El Niño. Si se necesita urgente una maquinaria para remover una inundación, tienes una gestión pública que recién se está levantando. Entonces, lo mejor que nos pudo pasar es que la preocupación hizo que se tomaran medidas desde antes de que acabe el 2023”, enfatiza Rondón. 

Más prevención

Para Rondón, es positivo, aunque no óptimo, que el Estado haya realizado algunas acciones. Sin embargo, sostiene que es preocupante la desinformación de muchas autoridades y que no exista una cultura de prevención.

“Cuando hablamos de gestión de riesgo y desastres, y mencionamos medidas preventivas, nos referimos a las que se destinan a evitar que se genere el riesgo. Una medida, por ejemplo, como una defensa ribereña o un muro de contención para que el caudal no desborde y afecte las viviendas aledañas. Ese muro no es una medida de prevención, es una medida correctiva que reduce el riesgo. Una medida de prevención sería que en ese ancho del río, que es la zona natural de inundación, no se permita ningún tipo de vivienda. No hay una cultura de prevención y tampoco la voluntad de reubicar a esa población”, sostiene el investigador.

Sin embargo, añade, “la limpieza de cauces, los muros de contención, los drenajes pluviales que se han realizado en las ciudades del norte son acciones que es mejor que se hayan tomado ahora, aunque quizás no se vayan a utilizar al 100% este verano, son obras que quedan para el futuro”. 

Dada la inminente frecuencia de estos fenómenos, para Rondón, es necesario terminar todas las obras proyectadas y seguir mejorando, principalmente, todo lo que se refiere a drenaje pluvial y fluvial.