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30/08/2024

Cosechando más que el fruto: biohuertos en los campus universitarios

Por: Rafaela Andrade y Dafne Raymundo, voluntarias de Clima de Cambios

Si hubiésemos continuado cuidando la lentejita o frijol en algodón que tuvimos que germinar hace ya muchos años en inicial, tendríamos hoy en la esquina de la sala una evidencia concreta y fructífera de la posibilidad de cultivar en el hogar, con nuestras propias manos, nuestro futuro alimentario.

A diferencia de esta semilla, la maceta en el balcón o la gran chacra en el campo, los biohuertos son verdaderos espacios de colaboración y aprendizaje. En ellos, no solo se cultivan alimentos sanos y frescos para el autoconsumo, sino que también se fomenta el espíritu comunitario, se promueve el crecimiento personal y la responsabilidad social, y se cuida el medio ambiente.

A partir de la relevancia que han adquirido estas prácticas, la ingeniera agrónoma Verónica Viñas, experta en diseño e implementación de espacios ecológicos y sostenibles, observó una gran disposición para implementar estos espacios en instituciones educativas como la PUCP. Desde techos, jardines y paredes, la implementación de estos espacios permitiría que los estudiantes aprendan a cultivar e interactuar con su entorno, beneficiando tanto su aprendizaje pedagógico como su desarrollo personal. 

¿Cuáles son estos beneficios? Según la experta, los huertos ecológicos se alinean con las políticas de responsabilidad social universitaria (RSU), ya que permiten que los estudiantes realicen acciones concretas hacia un mayor compromiso con el medio ambiente y la comunidad. Por ejemplo, la práctica de biohuertos puede desempeñar un papel crucial en la promoción de la seguridad alimentaria, es decir, en el acceso físico y económico a alimentos nutritivos para satisfacer las necesidades alimenticias. En este sentido, la implementación de biohuertos está alineada con el objetivo de desarrollo sostenible (ODS) de «hambre cero», que busca acabar con el hambre, mejorar la nutrición y promover la agricultura sostenible.


El verde como espacio de relajación y conexión

Existe una diferencia en la presencia de áreas verdes zonificadas de manera centralizada: el caos citadino, la presencia ininterrumpida de edificios y la creciente urbanización en Lima son aspectos que develan la importancia de estos espacios de integración entre individuo, comunidad y naturaleza. El campus PUCP, considerado uno de los pulmones de la ciudad, cuenta con áreas verdes que responden a esta necesidad urbanística humana por un espacio aislado del caos de la metrópoli. La docente menciona: “El verde relaja, invita a sentirse parte de algo. Es un espacio de confort[…] espacios verdes de interacción, los alumnos lo buscan mucho”.

Ello lo encarna la experiencia de Maria Luisa, una estudiante de 7° ciclo de Geografía y Medio Ambiente que participa de manera libre en el curso Biohuertos (parte de la malla curricular de Estudios Generales Letras), a cargo del docente Roger Verde. Es creyente de que los cambios ambientales y sociales pueden surgir de acciones simples y cotidianas; por ello, tras llevar el curso, mantuvo el hábito de ayudar en el terreno de cultivo trabajado durante las clases y actualmente va con un grupo de amigos según su disponibilidad. Para Maria Luisa, estas actividades prácticas son oportunidades de compartir experiencias y fortalecer vínculos que difícilmente se formarían en un aula tradicional. Asimismo, desde sus palabras: “Participar en los biohuertos me ofrece un respiro del ámbito académico y una conexión emocional, me permite conectar con mi esencia y mis raíces”. Ello mediante el recuerdo del campo, con el que ha estado vinculada desde su nacimiento.

                                                                 Imagen: Andina

 

Construyendo comunidad en el huerto

Decidir invertir el tiempo libre deshierbando, cosechando y compartiendo con otros implica crear espacios de aprendizaje, y, a su vez, un sentido de pertenencia a la naturaleza y a la comunidad (en este caso) universitaria. De esa manera, como todo espacio que requiere constancia, un huerto es un medio capaz de generar identidades colectivas e individuales. Un huerto, al ser inherentemente comunitario, promueve la autogestión, el trabajo colaborativo y, por ende, se vuelve espacio de expansión democrática. En ambientes informales de aprendizaje (de participación voluntaria que rompe con el esquema jerárquico típicamente académico), se contrarresta la actitud pasiva del estudiante y se construyen importantes lazos emocionales y amicales de integración vitales para el desarrollo personal (Fontalvo y de la Cruz, 2021). Tal como menciona la especialista, la horizontalidad se vive mucho más que en otros espacios: “[…] cuando todos pueden tomar la decisión y todos pueden aportar al biohuerto, es mejor, se motiva más de esa manera […] siempre se busca que las decisiones sean consensuadas”. 

Esta cualidad colaborativa implica la integración de distintas perspectivas y disciplinas. La presencia de distintas identidades coexistentes y el compartir del objetivo común de cultivo fortalecen habilidades de comunicación, asignación de roles y responsabilidades. Así, como es esencial la diversidad en los ecosistemas para mantener las condiciones que permiten el desarrollo de las especies, la diversidad estudiantil es sustancial para promover un aprendizaje colaborativo. 

 

Impulso, sostenibilidad y futuro del cultivo en la PUCP

Pero ¿cómo se podría asegurar la continuidad de estos espacios a largo plazo? La experta sugiere implementar cursos específicos, como el de Biohuertos de Estudios Generales Letras (EE.GG.LL.), que permitan a los estudiantes cultivar durante todo el semestre e incluso después del término del ciclo. Para mantener el interés y la constancia de los estudiantes, también se podrían ofrecer incentivos en forma de créditos académicos o constancias tipo voluntariado, lo cual también ayudaría a cumplir con requisitos de becas internacionales que exigen a los postulantes que demuestren contribuciones a su comunidad. 

En nuestra Universidad, a largo plazo, la práctica de biohuertos puede impulsar una mayor integración con otros miembros de la comunidad universitaria, además de los docentes y estudiantes. Por ejemplo, cafeterías como Juan Valdez podrían colaborar proporcionando residuos orgánicos para los talleres de compostaje de los alumnos. Por ello, incluir a proveedores internos en esta actividad, con los que se pueda intercambiar productos del huerto por residuos orgánicos de cafeterías, sería un gran ejemplo de una economía circular que promueva la sostenibilidad en el campus de la PUCP.

La universidad es un lugar ideal para crear espacios de cultivo donde los estudiantes puedan participar regularmente. Para adaptar estos espacios, es necesario contar con la voluntad política de la misma, así como la motivación de alumnos y profesores. El resultado de un biohuerto termina no es únicamente el fruto, el tallo o la hoja: es la creación de ciudadanos con empatía ambiental, un sentido de pertenencia con la naturaleza y una comunidad colaborativa.


Bibliografía

Ray R., Fisher DR. & Fisher-Maltese C. (2016). School gardens in the city: Does Environmental Equity Help Close the Achievement Gap? [versión electrónica]. Du Bois Review: Social Science Research on Race. Vol 13(2),379-395.  https://doi.org/10.1017/S1742058X16000229 

https://www.cambridge.org/core/journals/du-bois-review-social-science-research-on-race/article/school-gardens-in-the-city/81ADA51B9AD10D47E872090A40C0E979 

Fontalvo Buelvas, J. C., & de la Cruz Elizondo, Y. (2021). Huertos universitarios y necesidades humanas: una aproximación bibliográfica y vivencial desde el huerto agroecológico de la Universidad Veracruzana en México. La Colmena. Vol 14, 29-46. https://doi.org/10.18800/lacolmena.202101.002

https://revistas.pucp.edu.pe/index.php/lacolmena/article/view/24815