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23/03/2011

¿Sólo un día para pensar en el agua?

 

El agua es un recurso valioso, único, insustituible, esencial para los seres vivos. El agua, recurso estratégico, ha marcado claramente las pautas de colonización de territorios desde tiempos muy antiguos.  Nos sirve de medio de transporte, de medio de refrigeración, para riego de alimentos, para nuestro solaz y esparcimiento veraniegos, y otras aspiraciones y necesidades.  Pero, a pesar de que somos conscientes de su importancia, seguimos descuidándola, derrochándola.

 

En las clases de cursos de medio ambiente que tengo a mi cargo, algunos alumnos extranjeros asisten a través de los diversos programas de intercambio de nuestra universidad.  Cuando introduzco el capítulo sobre el tema del agua, suelo hacer la siguiente pregunta:  ¿cómo se lavan los dientes?  Los alumnos regulares me miran con desconcierto y empiezan a recitar la rutina: tomo mi cepillo, le agrego una porción de dentífrico, me cepillo, me enjuago y listo.  Me hacen bromas y yo se las celebro.  Los alumnos visitantes, estadounidenses o europeos, con la misma expresión de desconcierto, recitan una rutina parecida, pero agregan un detalle: mantengo el caño cerrado.  Yo les pregunto a estos alumnos visitantes porqué lo hacen así y responden muy serios: es que así es como se debe hacer, así les han enseñado sus padres, y a sus padres se lo enseñaron sus abuelos; el agua es valiosa y no se puede perder sin uso por el desagüe.  Por el contrario, los alumnos regulares  tienen muchas formas diferentes para el enjuague, pero son pocos los que siguen la misma rutina que los extranjeros.  ¿Tienen la culpa? No, así fueron enseñados, así fuimos enseñados desde pequeños.  La conciencia del valor de este recurso es algo que está muy interiorizado en los alumnos extranjeros y que recién se está incorporando a nuestras rutinas.

 

Otra experiencia de la vida diaria peruana:  uno camina por las calles y puede ver cómo una persona encargada de la limpieza de una casa sale con una manguera y riega con agua la vereda o, peor aún, deja la manguera en el suelo con el caño abierto.  Algunas veces se puede ver que usan la manguera para limpiar las paredes.  No hay conciencia de que vivimos en un desierto.  Lima es una ciudad densamente poblada ubicada en un desierto en un valle que no es más la sombra de aquel fértil valle del Perú prehispánico.  Estas personas, o quienes les encargan esta tarea, no analizan el costo de potabilización del agua, la escasez de este recurso, que hay lugares en nuestra ciudad donde el agua es transportada en camiones cisterna.

 

Finalmente, el desagüe es un tema muy descuidado en Lima. ¿Por qué no pensar en extender el tiempo de residencia del agua por tratamiento de los desagües y su uso en riego antes de verterlo al mar?  Una ciudad altamente poblada ubicada en un desierto que se da el lujo de perder agua dejándola ir al mar.

 

Estamos perdiendo este recurso, tal como el agua que escapa de la manguera en una de nuestras calles limeñas. Cierra el caño.

 

 

Nadia Gamboa es Doctora en Ciencias Ambientales y Profesora Principal de la Sección Química PUCP.

 

Foto: El Comercio