Recuerdo con nostalgia los fines de semana cuando mis padres nos llevaban a la playa en verano. Esos paseos eran deliciosos pues jugábamos todo el día en Asia (cuando no había gente), nos bañábamos, corríamos, en fin, lo que todo niño o niña espera de un largo día de playa. Mi madre tenía la precaución de aplicarnos bronceador y nos recordaba no exponernos demasiado al sol porque nos saldrían ampollas y no podríamos dormir.
Décadas después, cuando mis hijos logran convencernos, la rutina es similar. Tengo cuidado extremo en cubrir con bloqueador cada cm2 de sus delicadas pieles durante las dos o tres horas de playa. Inevitablemente, el regreso incluye un muy bien argumentado reclamo del escaso tiempo de juego y baño.
Si bien las rutinas veraniegas permanecen, hay un par de cambios entre mi niñez y la de mis hijos: el horario de exposición solar y el uso de bloqueador. Mientras disfrutaba mi niñez y adolescencia en descuidos ahora inaceptables, en Estados Unidos un par de químicos decidieron que la mejor manera de ingresar a un campo nuevo de investigación era planteándose una buena pregunta. Sherwood Rowland y Mario Molina incursionaron en la química estratosférica contribuyendo enormemente al mejor entendimiento del mecanismo de formación y destrucción del ozono. Por esa aventura, recibieron el Premio Nobel de Química en 1995.
Cada 16 de setiembre se conmemora el Día Internacional para la Protección de la Capa de Ozono, desde que se firmara el Protocolo de Montreal en 1987. Por otro lado, el periodo 2005 – 2014 ha sido indicado por Naciones Unidas como la Década de Educación para un Desarrollo Sostenible. En este marco, cabe preguntarse cómo cada uno de nosotros contribuye humildemente como educador responsable. En otras ciudades, es común el informe diario del índice IUV por los medios de comunicación social. El IUV es el patrón internacional para medir las radiaciones UV, conocido como índice ultravioleta solar mundial elaborado por la OMS, PNUMA y la OMM, indica la posibilidad de que se produzcan efectos nocivos sobre la salud y estimula a las personas a protegerse. Cuánto más alto es el valor IUV, mayor la posibilidad de lesiones en piel y ojos en menor tiempo de exposición. A partir de IUV 3, hay que aplicar medidas protectoras. Si bien la OMS exhorta a los medios de prensa y turismo a publicar el IUV, esta no es una práctica usual en nuestro medio.
(Figura tomada de http://www.who.int/mediacentre/factsheets/fs305/es/index.html)
Según los registros de la Estación Meteorológica Hipólito Unánue de la PUCP (meteorologia.pucp.edu.pe/estacion/cgradiacionp.html), los días sábado 10 y domingo 11 de setiembre, el IUV sobrepasó 6. Espero que quienes estuvieron en el campus esos días hayan tomado la precaución de aplicarse bloqueador, pues es un valor naranja o alto.
Todos sabemos que existe una relación directa entre la exposición solar y el riesgo de sufrir carcinomas de variado tipo debido al aumento de la dosis de radiación UVA y UVB. La piel se protege naturalmente de la radiación UV produciendo melanina o aumentando el grosor del estrato córneo. Es decir, entre más oscura y gruesa la piel, aparentemente más tolerancia a la radiación. Tal persona no es inmune; es posible que alguien con estas características desarrolle algún efecto anterior como consecuencia de exposición crónica, especialmente en zonas de alta incidencia de este tipo de energía. Hay otros efectos más comunes que no asociamos a esta exposición, como el pterigion, una carnosidad blanca o de color crema que crece sobre la conjuntiva y que puede comprometer la córnea si no es tratada a tiempo. La exposición a la radiación no es su única causa pero está entre las posibilidades.
Entonces, empecemos a buscar la información sobre los IUV cada día y no nos olvidemos del bloqueador y los lentes oscuros, pero de buena calidad.
Nadia Gamboa es Doctora en Ciencias Ambientales y Profesora Principal de la Sección Química PUCP.