
Por: Milagros Pareja, voluntaria de Clima de Cambios
¿Alguna vez has usado un vaso de plástico en una dispensadora de café y has pensado que es completamente reciclable? La realidad es más compleja de lo que parece. La mayoría de estos vasos, aunque parezcan aptos para el reciclaje, están hechos de diferentes materiales que no pueden separarse fácilmente y además tienen recubrimientos plásticos que dificultan dicha separación, lo cual es básico para un reciclaje eficiente. Básicamente, estos vasos no aprovechan los materiales de los cuales están hechos, a esto se le conoce como infraciclado, tema que se desarrollará a fondo en el presente artículo.
El infraciclado (o downcycling) es el proceso en el que los materiales reciclados pierden calidad y valor con respecto a sus versiones originales. A diferencia del reciclaje tradicional, que busca transformar productos para darles una nueva vida sin degradar sus características, el infraciclado convierte los materiales en algo de menor calidad y menor utilidad, es decir, los empeora. Como McDonough y Braungart afirman: «El infraciclado convierte materiales valiosos en productos de baja calidad, perpetuando el uso insostenible de los recursos» (McDonough & Braungart, 2002).
Este fenómeno es especialmente problemático en un contexto como el nuestro ya que, de acuerdo con el SIAR Cajamarca (2018), en Perú solamente reciclamos el 1.9% de los residuos que generamos anualmente. Por ende, debemos entender que el infraciclado genera más residuos a largo plazo, ya que los materiales reciclados no pueden ser reutilizados adecuadamente, lo que contribuye al colapso del sistema de reciclaje. En otras palabras, el reciclaje no logra cerrar el ciclo de materiales de forma eficiente, lo que limita la reutilización completa y perpetúa el desperdicio (Geng y Doberstein, 2008).
Entender el infraciclado es crucial, pues si los productos reciclados no están diseñados para ser reutilizados a largo plazo, el reciclaje se convierte en una solución temporal, no en una respuesta definitiva. Como señala Webster (2017), «la economía circular debe basarse en productos que puedan ser reciclados sin perder valor. De lo contrario, estamos simplemente moviendo el problema de un lugar a otro sin resolverlo». Lo que se necesita es un cambio sustancial, buscar un sistema en que todo se reutilice sin que pierda su valor y si es posible, no solo reciclarlo, sino supraciclarlo (todo lo opuesto al infraciclado). El cual básicamente busca crear algo nuevo con los objetos existentes, mejorando su valor y utilidad (De Castro, 2021).
Cradle to Cradle: la solución para evitar el infraciclado y cerrar el ciclo de vida de los productos
Sin embargo, no todo es tan malo, hay un sistema que está siendo implementado cada vez por más empresas y que podría cambiar el futuro del reciclaje. El Cradle to Cradle (C2C), o «de la cuna a la cuna», se presenta como una solución radical a este problema. Este enfoque promueve el diseño de productos que, en lugar de terminar en la basura, se transforman en nutrientes que pueden ser reutilizados infinitamente, en otras palabras, se busca implementar una economía circular en los productos.
Como se señala en el informe de la Fundación C2C, «la clave está en diseñar productos de manera que puedan reintegrarse al ciclo de la naturaleza o a la industria sin perder valor» (C2CPII, 2020). En este modelo, los nutrientes técnicos y biológicos se mantienen en un ciclo continuo, sin que se degraden ni se pierdan. «En lugar de simplemente reciclar, el modelo Cradle to Cradle busca evitar el infraciclado asegurando que los materiales puedan ser reciclados y reutilizados sin perder valor, convirtiéndose en nutrientes biológicos o técnicos» (MacArthur, 2019).

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Innovación y retos: el camino hacia una economía circular verdadera
Ejemplos como el de Puma, que ha lanzado su línea de zapatillas biodegradables RE:SUEDE, demuestran cómo algunas marcas están adoptando el modelo C2C. Según Puma, «experimentar con productos que eliminen los desechos al final de su ciclo de vida nos permite repensar cómo abordamos los residuos generados por nuestra industria» (Puma, 2020). Este avance es un paso hacia un futuro más sostenible, aunque aún existen desafíos para que todos los componentes sean completamente reciclables y biodegradables.
A pesar de los avances, el camino hacia una economía circular real sigue siendo un reto. El C2C enfrenta dificultades técnicas y económicas, y aunque algunas empresas lo están implementando, la infraestructura necesaria no siempre está disponible para garantizar que los productos reciclados sean reutilizados correctamente. Como se menciona en un reporte de la Fundación C2C, «la implementación total del modelo C2C en ciertas industrias sigue siendo limitada debido a los altos costos de adaptación y la falta de políticas públicas de apoyo» (C2CPII, 2020).
El poder de tus decisiones de compra: sé parte del cambio
Como consumidores, tenemos el poder de influir en la transición hacia una economía más circular. Pregúntate: “¿El producto que estoy comprando está diseñado para ser reciclado sin perder calidad?”. Elige productos que no solo sean reciclables, sino que sean parte de un sistema donde los materiales no pierdan valor con el tiempo. Apoya a las empresas que adoptan modelos como el C2C y que están comprometidas con el futuro de nuestro planeta. Y al momento de reciclar en casa, asegúrate de ver realmente qué se puede reciclar y qué no.
El cambio hacia una economía más sostenible está en nuestras manos y solo podremos avanzar hacia un futuro libre de infraciclado si todos tomamos decisiones más responsables en nuestras compras diarias. Como concluyen McDonough y Braungart, «el futuro está en nuestras manos y es hora de diseñar productos que no solo sean sostenibles, sino que, además, puedan ser parte de un ciclo continuo de reutilización» (McDonough & Braungart, 2002).