“Fuleco” es el armadillo de tres bandas brasilero y una de dos únicas especias de armadillo que pueden enrollarse como balón. El armadillo de tres bandas sólo habita en Brasil y también se le conoce como Tatú-bolita.
Vive en sabanas abiertas y bosques secos donde abundan las pasturas leñosas y los cactus por las condiciones limitadas de lluvia.
El armadillo de tres bandas brasileño mide de cabeza a cuerpo unos 34 a 35 centímetros y su cola de 6 a 8 cm. Pesa alrededor de 1.5 kilos. Su armadura le sirve además para regular su temperatura corporal ya que al estar floja crea una capa de aire entre ella y el cuerpo, esto le permite sobrevivir en las altas temperaturas.
Es de hábitos nocturnos y solitarios aunque pueden viajar en pequeños grupos de hasta tres miembros. Se alimenta de insectos y le gusta descansar bajo los arbustos.
Gracias a su armadura, el armadillo de tres bandas brasileño tiene pocos depredadores, siendo el puma sudamericano el único animal que puede amenazarlo. Sin embargo, el armadillo se enfrenta al mismo problema de muchas especies: los humanos.
Después de estar en la lista en peligro de extinción desde hace más de 12 años, el creciente interés en las especies que rodea a la Copa del Mundo, ha provocado que el Gobierno de Brasil anuncie un plan de conservación oficial, que incluye la creación de dos áreas protegidas.
Para Enrico Bernardo, zoólogo de la Universidad Federal de Pernambuco en Brasil y co-autor del informe de sostenibilidad y medio ambiente pre-Mundial 2014, espera que, a pesar de su actual silencio sobre el tema, la FIFA contribuya algo de sus ingresos estimados en la copa del Mundo, US$5.5 mil millones, en este proyecto.
La situación del armadillo de tres bandas debe importar a todos los hinchas del fútbol, porque la especie está en peligro de extinción, es la mascota oficial del Mundial y vivimos la crisis ambiental más importante en la historia de la humanidad.
El mundo entero está mirando cómo Brasil ha dado inicio a lo que están llamando la Copa del Mundo más sostenible de todos los tiempos. ¿Podrán salvar a la mascota del Mundial?