
Con motivo del Día Mundial del Agua, que se celebra cada 22 de marzo, reflexionamos sobre la situación hídrica del Perú. En nuestro país, a pesar de contar con una oferta hídrica aparentemente abundante, las desigualdades en la distribución y la creciente contaminación plantean desafíos urgentes. Para comprender esta problemática, conversamos con el ingeniero André Torre, profesor PUCP e investigador en la Red Peruana de Ciclo de Vida y Ecología Industrial (Pelcan), quien analiza las causas, los desafíos y propone soluciones innovadoras que podrían transformar el futuro hídrico del país.
Por Joana Cervilla
Cada 22 de marzo se celebra el Día Mundial del Agua. Esta fecha, establecida por la ONU en 1993 para crear conciencia sobre la importancia del agua potable y promover la gestión sostenible de los recursos hídricos, nos invita a reflexionar sobre la importancia de este recurso vital.
A nivel global, garantizar el acceso universal y equitativo al agua potable para 2030 –como lo establece uno de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la ONU– es un reto cada vez más difícil. Según Naciones Unidas, en 2020, había 2 mil millones de personas sin acceso seguro al agua, pero una nueva investigación publicada en la prestigiosa revista científica Science eleva la cifra a 4,400 millones, es decir más de la mitad de la población mundial.
En el caso del Perú, las cifras revelan grandes brechas en la distribución, crisis que se exacerba por el avance del cambio climático y la contaminación.
El Perú y la paradoja hídrica
El ingeniero André Torre, profesor PUCP e investigador de Pelcan, sostiene que el estrés hídrico puede ser un indicador clave para comprender los alcances de esta problemática. «El estrés hídrico es el indicador que mide cuánto se usa el agua en comparación con cuánta hay disponible”, explica. A nivel global, el promedio de estrés hídrico es de 18%, lo que significa que usamos solo el 18% del agua renovable disponible cada año.
Nuestro país, por su parte, a pesar de contar con una aparente riqueza hídrica, presenta una profunda brecha en el acceso al agua. “Si bien en Perú el estrés hídrico parece bajo, el análisis es engañoso porque la distribución del agua no es uniforme. Por ejemplo, en la vertiente del Pacífico, donde vive casi el 70% de la población, solo contamos con el 2% de los recursos hídricos. En esta región, el estrés hídrico es medio y alcanza valores entre el 50% y el 75%”, señala Torre, quien actualmente se encuentra realizando un doctorado financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid).
Esta desigualdad ha llevado al Estado peruano a implementar obras de trasvase con el objetivo de trasladar agua de la vertiente del Atlántico a la del Pacífico para abastecer a la población y a los sectores productivos.
Sin embargo, de acuerdo con Torre, los trasvases que consisten en transferir agua mediante obras hidráulicas de una cuenca de río a otra, si bien alivian parcialmente la escasez, «son obras que alteran los ciclos biológicos y dañan ecosistemas enteros. Por ello, es crucial evaluar los impactos ambientales antes de su implementación”.

Imagen Andina: El proyecto Olmos consiste en el trasvase de las aguas del río Huancabamba (Piura) hacia el valle de Olmos en Lambayeque.
El reto de la calidad del agua
Asimismo, el especialista advierte que la preocupación no solo debe concentrarse en la cantidad, sino también en la calidad del agua. «Muchas de nuestras fuentes de agua dulce están gravemente contaminadas por la mala gestión de aguas residuales municipales e industriales. A pesar de los esfuerzos recientes en la construcción de nuevas plantas de tratamiento, todavía existe una enorme brecha a nivel de infraestructura, tecnológico y de regulación», señala el investigador de Pelcan.
Comparadas con las normativas europeas, las leyes peruanas resultan más permisivas, lo que permite que ríos como el Rímac sufran constantes episodios de contaminación. Según cifras del Ministerio del Ambiente, menos del 30% de las aguas residuales del país son tratadas antes de ser vertidas en los ríos y el otro 70% de las aguas vertidas contaminan cuencas, afectando ecosistemas y el acceso a agua limpia de las comunidades.
Innovar para cerrar la brecha hídrica
Frente a este panorama, Torre propone una serie de soluciones:
- Tratamiento de aguas residuales
Es una alternativa sostenible para incrementar las fuentes de agua. Si bien las tecnologías actuales permiten eliminar los contaminantes del agua con alta eficiencia para dejarla apta para el consumo humano, Torre explica que aún existe renuencia frente a este tipo de técnica. “El gran reto es cambiar la percepción social. Países como Singapur y los Emiratos Árabes han logrado reducir su estrés hídrico potabilizando aguas residuales. En Lima, con solo tratar el 15% de nuestras aguas residuales, podríamos cerrar la brecha de estrés hídrico», afirma. - Inyectar las aguas residuales tratadas en acuíferos
Esta técnica de recarga artificial de acuíferos consiste en introducir agua previamente depurada en formaciones subterráneas. Según Torre, este método que ha sido exitoso en otras partes del mundo no se trata solo de tecnología, sino de construir confianza pública. “En Singapur, por ejemplo, las autoridades organizan visitas guiadas a las plantas de tratamiento para demostrar la calidad del agua que resulta», añade. - Reutilizar las aguas residuales para fines no potables
El especialista destaca que destinar el agua tratada al riego de jardines, parques y áreas verdes promueve además un enfoque de economía circular. - Desalinizar el agua de mar
Los avances tecnológicos han reducido significativamente los costos, haciendo que esta opción sea cada vez más viable.
Hacia una gestión hídrica sostenible
A pesar de los avances tecnológicos, Torre subraya que el principal desafío para el Perú radica en la falta de planificación a largo plazo. «La Autoridad Nacional del Agua (ANA) plantea planes de gestión de recursos hídricos en cuencas, pero estos carecen de un enfoque integral de sostenibilidad», comenta.
El llamado de Torre es claro: la gestión del agua debe integrar ciencia, tecnología y participación ciudadana. Solo así será posible garantizar la disponibilidad hídrica y la salud de los ecosistemas a futuro.
“Las medidas estatales se enfocan más en la contención que en un planeamiento a largo plazo. De nada sirve tener ríos llenos si están contaminados y no podemos utilizarlos, o si los costos de potabilización se disparan por el alto nivel de contaminación, haciendo que el acceso al agua potable sea aún más difícil en países como el nuestro”, finaliza.
En este Día Mundial del Agua, la reflexión va más allá de los números. Se trata de entender que cada gota cuenta y que, con innovación y voluntad política, es posible transformar la crisis hídrica en una oportunidad para construir un futuro más sostenible para todos.