Se habla de la bicicleta como el nuevo medio de transporte, ¿estamos preparados para tener más ciclistas en la calle? ¿qué debemos asegurar?, estas y otras interrogantes respondió Pablo Vega-Centeno, Docente del Departamento de Arquitectura e investigador especializado en temas urbanos tanto de producción del espacio metropolitano como de fenómenos de vida cotidiana, espacios públicos y movilidad.
¿Tenemos beneficios en la ciudades por la disminución de autos?
Eso es notable. Por ejemplo los que vivimos en Lima, llama la atención que el cielo está mucho más claro. Tiene que ver con efectos de la disminución del CO2, elementos contaminantes fuertes sobre los ámbitos de las ciudades. El automóvil va a tener que ser repensado porque es una alternativa individual, pero es una locura si es que todos lo utilizan. La epidemia nos está poniendo en tela de juicio que no podemos consentir experiencias de sobre densidad ni en espacios privados ni ámbitos públicos.
El transporte público se ve afectado por la reducción de la demanda de viajes, ¿cómo será a partir de ahora?
El problema es que tenemos una política de transporte divorciada de la ciudad. Es notable que todos los Gobiernos Municipales tienen una gerencia de desarrollo urbano que es totalmente independiente a la Gerencia de Transporte. Tenemos un Ministerio de Vivienda donde el urbanismo es una subunidad y tiene un Ministerio de Transporte. No existe una instancia que integre a todo el sistema de transporte.
El tema es muy sencillo: la gente usa micros, no porque tiene placer de usarlos sino porque necesita un medio barato para hacer un desplazamiento muy largo. Entonces, el problema está en cómo se organiza la ciudad. El año pasado salió una publicación que hicimos sobre las centralidades de Lima en el siglo XXI donde justamente se puede ver que los grandes centros que concentran oportunidades y servicios, mayoritariamente están en área central. Más de la mitad de la población que trabaja, reside en zona norte, este, sur o Callao, necesita salir de su gran zona, ni siquiera de su distrito.
Entonces, el tema es que tenemos que tener una política de desarrollo urbano que facilite oportunidades de servicio y actividades a una relativa proximidad. Si reforzamos eso, legitimamos que las alternativas como la bicicleta, sean realizables. Porque ahorita la bicicleta es un medio que, sobretodo, utilizan jóvenes que residen en área central pero no es un medio masivo.
Se habla de la bicicleta como el nuevo medio de transporte, ¿estamos preparados para tener más ciclistas en la calle? ¿qué debemos asegurar?
Va a haber más ciclistas si hay menos autos, y si hay menos autos es también porque los ciclistas se vuelven en una alternativa real. Pero un viaje en bicicleta es amable cuando hacemos un recorrido de 5km, no de 50km. Necesitamos tener una política más agresiva de inversiones públicas que concentren buenas oportunidades de servicios a la población en diferentes sub centros, que ahora son muy pequeños en la zona de expansión de la ciudad y sobre eso, la inversión privada cuando ve que hay inversión pública generará los encadenamientos que le generen atracción. Los edificios deberían tener diseños con espacios para ciclistas, más que para autos.
Tenemos que transferir los costos reales de los que significa tener un auto en la ciudad. Todavía generamos muchos subsidios por posesión de automóvil. Son subsidios, en términos de que, las enormes vías que se invierten públicamente para que circule el auto, los enormes espacios que las municipalidades condicionan a los edificios por tener automóviles. Eso tiene que costar, tiene que estar separados. Simplemente, las familias ahí sí optan por lo que es más práctico.
¿Tenemos que aspirar a tener espacios públicos para tener una ciudad sostenible?
Lo que necesitamos es tener más espacio para circular. Lo que ha quedado claro a partir de esta epidemia es que lo que es nocivo para la salud pública son los espacios de sobre densidad que llevan al hacinamiento. Eso lo viven familias que ahora están confinadas en sus viviendas. Pero es lo mismo que ocurre en muchas áreas públicas de la ciudad donde la gente se aglomera por un trabajo, como por ejemplo en Mesa Redonda que ya hemos tenido el incendio hace unos años.
Entonces son problemas que nos llevan a pensar en ciudades que deben ofrecer mejores espacios para la circulación de las personas y evitar ese tipo de sobre densidad. Queda claro que no es saludable y eso se evidencia con esta situación que nos ha tocado atravesar.
A partir del COVID-19, ¿qué compromiso debemos asumir como ciudadanos?
Es la oportunidad de replantearnos ciertos pactos que hacen que las áreas comunes se vuelvan espacios públicos. ¿Cuál es el compromiso de cada uno de nosotros con los demás?
Hace poco leí de un filósofo coreano, entorno a la experiencia del Covid. Él hacía la observación de que la mitigación de la expansión de la epidemia en los países asiáticos, en comparación a Europa, podía estar muy relacionada al hecho de que para la cultura de países como Japón, Corea y China hay una legitimidad sobre la importancia del colectivo mucho más fuerte que la que nosotros tenemos. Nosotros tenemos poca preocupación sobre cómo afectamos a los colectivos humanos. ¿Qué tan consciente soy que yo puedo hacer daño a otras personas contaminadas? ¿Qué tan consciente soy que usar la mascarilla no es solo para protegerme a mí sino al otro?
Debemos asumir el respeto de la distancia, por ejemplo, son gestos para protegernos unos a otros y unos de otros. Es comenzar a pensar de otra manera lo que es vivir entre colectivos. Ciertas prácticas que son todavía muy presentes en nuestras sociedades, como escupir en las calles, son gestos de contaminación pero a la vez de no pensar en los demás. Son acciones que pueden hacer daño a otros.