Mucho se habla sobre los efectos del calentamiento global, del protocolo de Kyoto, de la reducción de emisiones de CO2, de los países industrializados que generan la mayor cantidad de estos gases, así como también de China e India, de Estados Unidos que no ratifica el protocolo, de las cumbres anuales para tratar este tema, como este año la Cumbre de Copenhague. Sin embargo, no se han alcanzado los objetivos planteados.
El calentamiento global es un problema que afecta a cada uno de nosotros y no debe esperarse a una reunión anual para que se resuelva. Es un compromiso de todos: de los gobiernos como responsables de las políticas de sus países, de los empresarios en tomar conciencia de la situación e ir cambiando sus procesos productivos hacia una tecnología más limpia y de nosotros los consumidores de ir modificando nuestras preferencias hacia productos que sean amigables con el ambiente.
En este contexto, el sistema educativo tiene un rol fundamental. Se inicia con la formación de los niños y jóvenes que son los que más adelante van a ocupar los cargos gerenciales y políticos del país, así como también quienes van a elegir qué productos comprar. Por ello, la educación va más allá de transmitirles conocimiento: hay que sensibilizar, motivar y sobretodo involucrarlos y hacerlos personas activas en el cambio hacia el cuidado del medio ambiente.
En la siguiente etapa, los institutos o las universidades deben continuar reforzando e impulsando el cuidado del planeta. Promover la investigación tecnológica y crear una red de conocimiento para aquellos que no logren acceder a un nivel superior de educación. Es necesario formar una conciencia ambiental, donde los valores sean comunitarios, dejando el «yo» y pasando al «nosotros».
La educación es la base para todo y los docentes debemos ser los facilitadores de este cambio si queremos seguir viviendo en nuestro mundo.
Antonieta Hamann
Docente del departamento de Administración de la PUCP con una maestría en Ciencias Ambientales.
