11 de abril del 2012

Conflicto PUCP-Arzobispado en debate

Por: Alan Fairlie, Profesor principal

El Cardenal Cipriani ha desconocido un acuerdo preliminar con el Rectorado, en el que a cambio de diferentes concesiones para modificar el estatuto, se eliminarían los juicios en curso. No solo es una afrenta más, sino una muestra de que no se puede confiar en que los compromisos pactados se mantengan. Se han mostrado también nuevamente, que la prioridad de conflicto se refiere a la propiedad de la Universidad y el uso de sus recursos, antes que las cualidades de Pontificia y Católica, que deberían cumplir los miembros de la comunidad universitaria. Se ha reconocido inclusive por el Arzobispado que la propiedad privada de los bienes es de la PUCP. Si los juicios no siguen un curso normal y hay presiones e interferencias de todo tipo, equivaldría a un intento de expropiación.

El problema central no es el de los juicios. Lo esencial es que el borrador de acuerdo contempla concesiones en la elección del rector, en el manejo de los recursos económicos de la universidad, en la evaluación de la “conducta católica” de acuerdo al magisterio de la Iglesia de los miembros de la PUCP, que vulneran la autonomía. Igualmente, la “cláusula candado” que concede un veto al Arzobispado sobre todo cambio en el estatuto, en lo que a su entender, tenga que ver con la relación iglesia-universidad. Se modificaría así el modelo de institución que según varios reportes y rankings extranjeros, nos ha convertido en la primera universidad del Perú.

Esa propuesta de acuerdo dividió a la comunidad universitaria. Hay quienes con buena fe consideraron que las concesiones podían ser aceptadas, si de una vez por todas se resolvían todas las diferencias con el Arzobispado. En ese sentido, mantener el carácter de Pontifica y Católica, era el objetivo, y había que hacer lo necesario para un acuerdo. Otros colegas y estudiantes, pensamos que estas concesiones no solo afectan la autonomía, sino la esencia del modelo de universidad construido.

Entendemos que el mandato de la Asamblea Universitaria del 23 de setiembre del 2011, no fue llegar a un acuerdo a cualquier costo. Tampoco el mantener el título de Pontificia y Católica a como de lugar. El mandato fue defender la autonomía de la Universidad y el modelo pluralista, democrático, de excelencia, que se ha construido en décadas. La unidad se debe forjar en torno a la defensa de la autonomía de esta gran institución, que está cercana a cumplir su primer centenario.

Se debe impulsar una estrategia integral de defensa de la universidad, donde el fortalecimiento del área legal sea uno de sus componentes, pero no el único. El equipo rectoral debe ser apoyado y retomar la defensa de la autonomía de nuestra universidad, reforzando los equipos que implementen la estrategia, convocando a los mejores cuadros internos y externos que la impulsen con éxito.

No está en juego solo una institución cuya propiedad quiere ser tomada, se busca acallar también un centro de pensamiento crítico en la búsqueda de la verdad y la producción de conocimiento. Un centro independiente de reflexión universal y aporte al desarrollo del país, que ha contribuido a formar la élite intelectual y política del Perú. Una institución comprometida con el desarrollo nacional, con la democracia, con los menos favorecidos.

En opinión del Premio Nobel Mario Vargas Llosa:

Entrevista a Mario Vargas Llosa

¿Cree que esa jerarquía eclesial pueda tomar la Universidad Católica? “No creo que vaya a ocurrir. La Universidad Católica es una universidad de católicos pero no de fanáticos; de católicos democráticos, abiertos, que piensan que el catolicismo puede coexistir con libertad de cátedra y con la libertad de opiniones. La defensa de la Universidad Católica nos interesa a todos los peruanos, porque la Universidad Católica es una gran universidad, es una de las pocas universidades que podemos llamar gran universidad a nivel internacional, sería terrible que el fanatismo y la intolerancia suprimieran toda esa diversidad intelectual”.

Nos parece que debemos reafirmar nuestros principios y dar la batalla en su defensa, hasta el final.