PUCP: El Miedo y el Golpe Bajo

Por Rafo León. (Caretas Nro. 2242, 26 de julio del 2012.)

LIMA, 21 DE JULIO DE 2012

Leer el mismo día en la primera página de un diario que el Vaticano prohíbe a la PUCP usar los nombres de Católica y Pontificia, y que a los integrantes del grupo Colina se les ha reducido la pena en cinco años porque se considera que su delito no ha sido de lesa humanidad, es un golpe bajo contra el sentido común y la elementalidad de la conciencia. Se trata de dos decisiones absolutamente primarias, tomadas por entidades que deberían merecer el máximo respeto por su sensatez y su sabiduría: la Iglesia Católica y el Poder Judicial peruano. Ambas instituciones, sin embargo, han fallado de la manera más bruta y achorada, liberándose ya de coartadas y de excusas. Es el poder en su sentido más crudo y primario. Mi pregunta es hasta dónde este derechismo de campanario no encaja con el sentir de un amplio sector de la población.

Conversaba hace unos días con un amigo que conduce una universidad nueva y moderna pero de las decentes, no de las que se jactan de no tener biblioteca. Yo le preguntaba sobre la dinámica diaria entre profesores y alumnos y él me describía las inmensas dificultades que tienen los primeros en conseguir la atención de un aula en la que, a pesar de las prohibiciones, toda ella está prendida del celular, chateando, jugando, intercambiando mensajes. Y de lo increíblemente arduo que resulta para un profesor mantener la atención de los estudiantes, acostumbrados a los estímulos de la tecnología de las comunicaciones, en la que el discurso continuo y extenso no tiene ya cabida.

Sin embargo, el problema más grave, para mi amigo, no era ese, hay uno peor y es la presión de los padres de familia para que sus hijos sean formados en un orden y una disciplina que en la casa no se les ha propuesto nunca. Los padres y madres le temen más que nada al caos, a la confusión ideológica, a la desviación sexual, al camino de las drogas y la marginalidad, al embarazo prematuro, a las enfermedades de transmisión sexual. Y cuando la universidad les plantea a estos padres que no es la función de esta institución inocular una moral personal en los chicos y chicas, pues sienten que se les está defraudando.

Luego de escuchar a mi amigo me quedé pensando en qué pasaría si el Arzobispado de Lima y el Opus Dei con todo y sus fustanes y sus tiaras y sus pantuflas de terciopelo, terminaran adueñándose de la Universidad Católica. Hasta el momento yo daba por sentado que los estudiantes y los padres de familia habrían de reaccionar con energía para impedir que una cofradía confesional oscurantista y cavernaria se infiltrara en la formación académica de sus hijos. Pero luego de escuchar a mi amigo pienso que de repente no necesariamente sería así. Por lo pronto, desde que el tema se hizo público, ni en sus momentos más críticos ha merecido una respuesta estudiantil acorde con la gravedad del conflicto. Un grupo de estudiantes se ha distinguido por su activismo, pero no hemos visto masas de ellos en plantones ni en marchas. ¿Y los padres de familia? ¿Para cuántos de estos la última reacción destemplada del Vaticano no será una desilusión y la causa eventual de un cambio de universidad para su hijo? Es que no hay que ser minero para pensar como una piedra, basta tener miedo, miedo a la libertad, terror a la libertad.

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